jueves, 17 de julio de 2025

PARA UN MOMENTO COMO ESTE

La historia de Ester

Un día, hace mucho tiempo, en Persia, un rey llamado Jerjes decidió organizar un gran banquete. Al rey Jerjes le encantaba presumir de lo rico y espléndido que era. Ordenó a su esposa, la reina Vasti, que se presentara en su fiesta para que todos la vieran. Pero ella no quiso, así que no fue, y eso enfureció muchísimo al rey Jerjes. Estaba tan furioso que dictó un decreto real para que la reina Vasti no pudiera estar cerca de él nunca más y para buscar otra reina en su lugar.

Cuando el rey Jerjes comenzó a buscar una nueva reina, sus sirvientes reunieron a muchas mujeres bellas de todas partes de su país. De entre todas ellas, una llamada Ester era la más bella y amable, y fue la que más le gustó al rey. Así que eligió a Ester como reina en lugar de Vasti.

Ester era judía, pero lo había mantenido en secreto. Sus padres habían muerto, y la crio su primo llamado Mardoqueo, que la cuidó muy bien y velo por ella. No quería que nadie la maltratara por ser judía.

Mientras tanto, un hombre llamado Amán recibió una alta posición entre los dirigentes del rey Jerjes. Amán no era bueno, y quería que toda la gente se inclinara y lo honrara. Mardoqueo se negó a inclinarse ante nadie más que ante Dios. Por eso, Amán se llenó de odio hacia el pueblo judío y convenció al rey Jerjes para que dictara un decreto para que los mataran a todos.

Mardoqueo avisó a Ester de lo que ocurría. Le dijo que fuera a ver al rey y le pidiera clemencia para el pueblo judío. 

Pero Ester dijo: «Si voy a ver al rey sin que me invite, me matarán. La única excepción es si el rey extiende su cetro y me perdona la vida». Y Mardoqueo dijo: «Si llamas, la ayuda vendrá a los judíos por otro camino, pero tú y la familia de tu padre morirán. Así que quién sabe, ¡quizás has llegado a reina para ayudar precisamente en un momento como este!».

Entonces Ester pidió a Mardoqueo que reuniera a todos los judíos para ayunar y orar por ella. Tres días después, Ester fue a ver al rey. No la rechazó, sino que le tendió su cetro y la recibió. Se le perdonó la vida y pronto pudo demostrarle al rey lo malvado que era Amán. Finalmente, Amán fue ejecutado y el rey Jerjes decretó de matar a todo el pueblo judío. Aún mejor, decretó que el pueblo judío pudiera protegerse y luchar contra cualquiera de sus enemigos

Gracias a que Ester creció en fe y valentía, Dios obró a través de ella para salvar a todo su pueblo.

(Adaptado del libro de Ester)

UNA ÉPICA CONFIANZA EN DIOS

La historia de Gedeón

En la época bíblica de los jueces, el pueblo de Dios de Israel pasó siete años bajo el poder de la nación de Median. Dios permitió esto porque Israel se había alejado de él.

Madián era mucho más fuerte que Israel, y Madián fue muy cruel con Israel. Los madiánitas robaban y destruían los alimentos y los animales de los israelitas siempre que podían. Así que Israel se empobreció y debilitó mucho, y clamaron a Dios por ayuda.

Dios envió un ángel para recordarle al pueblo de Israel que, aunque Dios había hecho tanto por ellos en el pasado, ellos le habían desobedecido y adorado a otros dioses.

El ángel del Señor se le apareció a un israelita llamado Gedeón mientras trabajaba para mantener los alimentos escondidos de los madiánitas. 

El ángel le dijo a Gedeón: «¡El Señor está contigo, valiente héroe!».

Gedeón replicó: «Entonces, ¿por qué nos ha sucedido todo esto? El Señor nos ha dejado solos y nos ha dejado bajo el poder de los madianitas».

Y el Señor dijo: «Tú eres fuerte y puedes rescatar a Israel de los madianitas. Yo te envío».

Gedeón no podía creerlo. «¿Cómo puedo rescatar a Israel? —dijo—. Yo no soy nadie.

Mi familia es la menos importante de nuestra tribu, y yo soy el más pequeño de mi familia».

Pero el Señor dijo: «Estaré contigo y destruirás a Madián».

Gedeón aún no estaba muy seguro de todo esto, y le pidió al Señor una prueba de que era realmente él quien hablaba. Gedeón trajo pan y carne y lo puso sobre una roca, y el ángel del Señor lo tocó con la punta de su bastón. Entonces el fuego quemó todo el pan y la carne y el ángel desapareció, y Gedeón supo que el ángel sí venía de Dios. 

Dos veces más, Gedeón obedeció a Dios, pero le pidió que le diera pruebas de que realmente era él. Gedeón puso en el suelo un vellón de lana y le pidió a Dios que a la mañana siguiente lo mojara con el rocío, pero que dejara seco el resto del suelo. Y Dios lo hizo. Luego Gedeón volvió a dejar un vellón de lana y le pidió a Dios que a la mañana siguiente lo dejara seco y todo el suelo alrededor estaba mojado. Y Dios lo hizo.

Gedeón se llenó de una fe poderosa, y el Señor siguió hablándole para mostrarle cómo derrotar a los madianitas.

Gedeón comenzó con un ejército de treinta y dos mil hombres, pero veintidós mil se fueron. Estaban demasiado asustados para luchar. Entonces Dios le dijo a Gedeón que solo quería trescientos hombres para luchar contra los poderosos madianitas, así que se vería que todo el poder procedía únicamente de Dios. Así, con el poder de Dios, Gedeón y el ejército de solo trescientos hombres rescataron a Israel del poder de Madian.

Gedeón no era más que un hombre normal que hacía cosas normales, al principio. Pero al confiar en Dios y crecer en la fe, Gedeón llegó a hacer cosas extraordinarias.

(Adaptado de los Jueces 6-8)

PRIMAVERA

Si alguna vez has plantado un jardín, sabrás que un jardín bueno y saludable se transforma y crece. Se depositan diminutas semillas en la tierra blanda y se cubren y calientan. Entonces comienza un milagro, un milagro que solo el único y verdadero Dios creador puede hacer. Las semillas se abren y comienza una nueva vida, saliendo del suelo hacia la luz del sol, floreciendo y produciendo cosas buenas: flores, fresas, patatas, zanahorias, frijoles...

Si la semilla se quedara en el suelo sin más, ¡qué triste! Nadie vería jamás lo que era capaz de producir, en qué hermosa flor o árbol o sabrosa fruta o verdura se convertiría.

Igual que las semillas, para ser buenas y sanas y producir lo que estamos destinados a producir, todas tenemos que crecer y florecer, sobre todo en la fe y la amistad con nuestro Dios Creador y Salvador Jesucristo

La Biblia está llena de ejemplos de personas reales que crecieron y florecieron en su fe, y aunque vivieron hace mucho tiempo, sus historias pueden inspirarnos ahora mismo a ser como ellos, sea cual sea nuestra edad. ¡Lee las historias y compruébalo tú mismo!



¡ÉL VIVE!

La historia de la resurrección de Jesús (2.ª parte)

Las mujeres se fueron enseguida de la tumba vacía de Jesús para hacer lo que les había dicho el ángel. Tenían miedo, pero estaban gozosas y emocionadas al compartir la increíble noticia de que Jesús estaba vivo. Creyeron al ángel y además habían visto que el cuerpo muerto de Jesús no estaba en el sepulcro. De repente, Jesús se encontró con ellas en el camino para que pudieran verlo cara a cara. «Hola», las saludó, «¡y no te imaginas lo contentas que se pusieron! Se inclinaron a tocar sus pies y adorarle. Jesús dijo: «Vayan y digan a mis seguidores que vayan a Galilea. Allí me verán». Mientras tanto, algunos de los soldados que habían estado vigilando en la tumba informaron a los líderes religiosos que odiaban a Jesús de todo lo que habían visto. Los líderes religiosos ofrecieron a los soldados mucho dinero para que mintieran Les dijeron: «Digan a todo el mundo que los seguidores de Jesús vinieron y robaron su cuerpo». Los soldados tomaron el dinero y difundieron las mentiras, y por eso mucha gente aún hoy no creen que Jesús resucitó de entre los muertos.

Pero no importaba quién creyera las mentiras, la verdad seguía siendo que Jesús estaba vivo. Durante los siguientes cuarenta días, Jesús se apareció a más personas y habló con ellas, demostrando que había resucitado de entre los muertos. Les dijo a sus seguidores que fueran y compartieran la buena noticia de que él iba a salvar a la gente de su pecado y a dar la vida eterna a todos los que confiaran en él.

Una noche, los seguidores de Jesús estaban reunidos con todas las puertas cerradas, y Jesús llegó milagrosamente y se puso en medio de ellos. Les enseño las cicatrices de los clavos en sus manos y su costado atravesado por una lanza. Sus seguidores estaban muy contentos. Uno de ellos, Tomás, no estaba allí esa noche, y más tarde dijo que nunca creería hasta que viera las cicatrices en las manos y el costado de Jesús. No mucho después, Jesús se acercó a Tomás y le dijo: «Pon tu dedo en mis manos. Pon tu mano en mi costado. No dudes más y cree». Entonces Tomás creyó, y Jesús le dijo: <<Tomás, porque me has visto, crees. Felices los que nunca me han visto y aun así creen>>.

La Biblia dice que Jesús hizo muchas otras obras poderosas delante de sus seguidores. No aparecen en la Biblia. Pero las que sí aparecen están ahí para que creas que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Cuando pones tu confianza en él, tienes una vida que dura para siempre, por medio de su nombre.

Esta es la historia más grande de todos los tiempos, la historia más verdadera de todos los tiempos, ¡la historia más importante de todos los tiempos!

(Adaptado de Mateo 28, Marcos 16, Lucas 24, Juan 20)



UNA TUMBA VACIA

La historia de la resurrección de Jesús (1.ª parte)

Tras la muerte de Jesús, todos sus seguidores estaban muy tristes. Uno de ellos, un hombre rico llamado José de Arimatea, preguntó a Pilato si podía sepultar el cuerpo de Jesús. Pilato dijo que sí. José era un buen hombre que amaba y seguía a Jesús. Envolvió con cuidado el cuerpo de Jesús en una tela de lino y lo colocó en una tumba nueva y vacía en un jardín cerca de donde Jesús había muerto. Luego hizo rodar una gran piedra sobre la puerta de la tumba. Algunos de los amigos de Jesús vieron todo esto y quisieron regresar más tarde para honrar y cuidar el cuerpo de Jesús poniéndole especias y perfumes.

Mientras tanto, los líderes religiosos que odiaban a Jesús estaban preocupados. Recordaban que Jesús había prometido resucitar al tercer día. Así que le dijeron a Pilato: «Ponga soldados en la tumba de Jesús para que la vigilen, y sellen bien la piedra. Así nadie podrá robar el cuerpo de Jesús y mentir diciendo que ha resucitado de entre los muertos».

Muy temprano, el primer día de la semana, algunas mujeres que amaban y seguían a Jesús emprendieron el camino hacia el sepulcro. Habían preparado sus especias y perfumes. Por el camino se preguntaban: «¿Quién hará rodar la piedra tan grande para que podamos cuidar el cuerpo de Jesús?». Sabían que ellas no eran lo suficientemente fuertes. Pero cuando llegaron al sepulcro, quedaron asombradas. La tierra tembló fuertemente como un terremoto, ¡y un ángel bajó del cielo! Con su brazo poderoso, el ángel apartó la piedra de la tumba de Jesús y se sentó sobre ella. Brillaba como un relámpago Y era blanco como la nieve. Cuando los guardias sintieron el terremoto y vieron al ángel, se aterrorizaron y temblaron, tanto que cayeron al suelo como muertos.

Las mujeres también estaban asustadas, pero el ángel les habló con suavidad. «No teman —les dijo—. Sé que buscan a Jesús, pero no está aquí. Ha resucitado de entre los muertos, tal como lo prometió. Miren en la tumba y verán que no está. Luego vayan a contarles a sus seguidores que no está muerto: ¡Está vivo!».

¡Cuán sorprendidas y emocionadas estaban las mujeres! Jesús hablaba en serio cuando dijo que resucitaría de entre los muertos. Su promesa fue verdadera. Las promesas de Dios siempre son verdaderas.

(Adaptado de Mateo 27-28; Marcos 15-16; Lucas 23-24; Juan 19-20)

La HISTORIA MÁS GRANDE DE TODOS LOS TIEMPOS

La historia de la cruz

La historia más grande de todos los tiempos es también la más triste, pero solo al principio, porque Jesús sufrió por cosas que ni siquiera hizo.

Después de que Jesús compartiera la Última Cena con sus discípulos y predijera su muerte y las cosas que pasarían al respecto, todas esas cosas comenzaron a cumplirse. Un amigo llamado Judas traicionó a Jesús. Ayudó a los soldados a encontrar y apresar a Jesús a cambio de treinta monedas de plata. Entonces aquellos soldados llevaron a Jesús ante los líderes judíos que lo acusaban de distintos crímenes. Desde allí llevaron a Jesús al palacio de Pilato, el gobernador romano. Pilato no creía en Jesús, pero no pensaba que fuera un criminal, y tampoco quería matarlo. Entregó a Jesús para que el pueblo judío lo golpeara. Le escupieron y le pusieron una dolorosa corona de espinas en la cabeza. Se burlaron de él y le golpearon en la cara.

Pilato intentó de nuevo liberar a Jesús, pero el pueblo judío siguió gritando y persuadiendo hasta que Pilato se dio por vencido y cedió. Entonces los soldados condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, donde le clavaron las manos y los pies en una cruz y lo levantaron para que sufriera y muriera delante de todo el pueblo que lo estaba mirando.

Otros dos hombres estaban siendo crucificados junto a Jesús. Uno de ellos le dijo cosas malas a Jesús, pero el otro tuvo fe y le dijo: «Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino».

Y Jesús respondió: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso». Al mediodía, ¡la oscuridad cayó sobre la tierra, en pleno día! A las tres, Jesús gritó a Dios: ¿Por qué me has abandonado? Unas horas más tarde, Jesús dio otro fuerte grito, exhaló su último aliento y murió.

Jesús fue el único ser humano que vivió una vida perfecta. Él no había hecho nada malo, en absoluto. Solo vivió, amó, enseñó y se preocupó por las personas. Sin embargo, lo maltrataron y asesinaron por cosas que no hizo. Con el poder de Dios, Jesús podría haber detenido todo esto. Pero soportó a propósito el peor tipo de dolor y muerte para así poder salvar a otros de sus malas acciones. Así es como Jesús ama a las personas. Esta es la historia más grande de todos los tiempos, pero la historia no termina aquí... ¡La historia se reanuda con una tumba vacía!

(Adaptado de Mateo 27; Marcos 15; Lucas 23; Juan 19)

UNA MARAVILLOSA INVITACIÓN

La historia de la Última Cena

Cuando Jesús creció y se hizo hombre, comenzó su ministerio. Escogió a buenos amigos, a los que llamó a sus discípulos. Viajaba con ellos, enseñaba y sanaba a la gente. Decía que era el Hijo de Dios y lo demostraba. Cuando su ministerio llegó a su fin, quiso tener una última comida con sus discípulos, era una comida especial que se celebraba en la época de una fiesta judía llamada Pascua.

Cuando sus amigos le preguntaron: «¿Dónde quieres celebrar la cena de Pascua?».

Jesús envió a dos de ellos a la ciudad de Jerusalén con instrucciones concretas. Debían reunirse con un hombre que llevaba un cántaro de agua y que los llevaría a una casa con una gran sala perfecta para su comida.

Los discípulos hicieron lo que Jesús les ordenó, y por la noche se sentaron a comer la cena de Pascua. Durante esta comida, Jesús sorprendió a sus discípulos cuando se levantó de comer, se quitó el manto, se envolvió la cintura con una toalla y se arrodilló para empezar a lavar los pies sucios de cada uno de ellos. En la mente de los discípulos, eso era algo que solo debía hacer un sirviente, ¡nunca Jesús, su Maestro y Señor! Pero Jesús dijo: «Sí, soy su Maestro y Señor, y les enseño con el ejemplo. Yo les he servido, y así deben servirse unos a los otros. Serán bendecidos si sirven como yo hago».

Y mientras estaban juntos en su Última Cena, Jesús enseñó a sus discípulos más sobre lo que iba a sucederle, aunque ellos no lo entendieron del todo. Tomó un pan, dio gracias a Dios por él, lo partió en pedazos y lo repartió entre los discípulos. Luego dijo: 

<Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto para recordarme». También tomó una copa de vino y dio gracias a Dios por ella. Entonces se la dio y bebieron todos de ella. Jesús dijo: «Esta es mi sangre que confirma la promesa entre Dios y su pueblo. Se derrama para que los pecados de muchos puedan ser perdonados».

En la Última Cena, Jesús hizo una invitación a sus amigos presentes y a todos los amigos futuros que creyeron en él. Era una invitación a ser un siervo humilde como él y ser bendecido; y también era una invitación a creer, recordar y recibir que su cuerpo y su sangre tenían que ser partidos y derramados para salvar a la gente de sus pecados.

La invitación de Jesús es la más maravillosa de todos los tiempos.

(Adaptado de Mateo 26:17-30; Marcos 14:12-26; Lucas 22:7-30; Juan 13:1-30)

UNA COSA ES NECESARIA

La historia de María y Marta En uno de los muchos viajes de Jesús, se detuvo en una pequeña aldea llamada Betania, en una ladera del monte d...