Si alguna vez has plantado un jardín, sabrás que un jardín bueno y saludable se transforma y crece. Se depositan diminutas semillas en la tierra blanda y se cubren y calientan. Entonces comienza un milagro, un milagro que solo el único y verdadero Dios creador puede hacer. Las semillas se abren y comienza una nueva vida, saliendo del suelo hacia la luz del sol, floreciendo y produciendo cosas buenas: flores, fresas, patatas, zanahorias, frijoles...
Si la semilla se quedara en el suelo sin más, ¡qué triste! Nadie vería jamás lo que era capaz de producir, en qué hermosa flor o árbol o sabrosa fruta o verdura se convertiría.
Igual que las semillas, para ser buenas y sanas y producir lo que estamos destinados a producir, todas tenemos que crecer y florecer, sobre todo en la fe y la amistad con nuestro Dios Creador y Salvador Jesucristo
La Biblia está llena de ejemplos de personas reales que crecieron y florecieron en su fe, y aunque vivieron hace mucho tiempo, sus historias pueden inspirarnos ahora mismo a ser como ellos, sea cual sea nuestra edad. ¡Lee las historias y compruébalo tú mismo!
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