jueves, 17 de julio de 2025

UNA MARAVILLOSA INVITACIÓN

La historia de la Última Cena

Cuando Jesús creció y se hizo hombre, comenzó su ministerio. Escogió a buenos amigos, a los que llamó a sus discípulos. Viajaba con ellos, enseñaba y sanaba a la gente. Decía que era el Hijo de Dios y lo demostraba. Cuando su ministerio llegó a su fin, quiso tener una última comida con sus discípulos, era una comida especial que se celebraba en la época de una fiesta judía llamada Pascua.

Cuando sus amigos le preguntaron: «¿Dónde quieres celebrar la cena de Pascua?».

Jesús envió a dos de ellos a la ciudad de Jerusalén con instrucciones concretas. Debían reunirse con un hombre que llevaba un cántaro de agua y que los llevaría a una casa con una gran sala perfecta para su comida.

Los discípulos hicieron lo que Jesús les ordenó, y por la noche se sentaron a comer la cena de Pascua. Durante esta comida, Jesús sorprendió a sus discípulos cuando se levantó de comer, se quitó el manto, se envolvió la cintura con una toalla y se arrodilló para empezar a lavar los pies sucios de cada uno de ellos. En la mente de los discípulos, eso era algo que solo debía hacer un sirviente, ¡nunca Jesús, su Maestro y Señor! Pero Jesús dijo: «Sí, soy su Maestro y Señor, y les enseño con el ejemplo. Yo les he servido, y así deben servirse unos a los otros. Serán bendecidos si sirven como yo hago».

Y mientras estaban juntos en su Última Cena, Jesús enseñó a sus discípulos más sobre lo que iba a sucederle, aunque ellos no lo entendieron del todo. Tomó un pan, dio gracias a Dios por él, lo partió en pedazos y lo repartió entre los discípulos. Luego dijo: 

<Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto para recordarme». También tomó una copa de vino y dio gracias a Dios por ella. Entonces se la dio y bebieron todos de ella. Jesús dijo: «Esta es mi sangre que confirma la promesa entre Dios y su pueblo. Se derrama para que los pecados de muchos puedan ser perdonados».

En la Última Cena, Jesús hizo una invitación a sus amigos presentes y a todos los amigos futuros que creyeron en él. Era una invitación a ser un siervo humilde como él y ser bendecido; y también era una invitación a creer, recordar y recibir que su cuerpo y su sangre tenían que ser partidos y derramados para salvar a la gente de sus pecados.

La invitación de Jesús es la más maravillosa de todos los tiempos.

(Adaptado de Mateo 26:17-30; Marcos 14:12-26; Lucas 22:7-30; Juan 13:1-30)

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