jueves, 17 de julio de 2025

PRIMAVERA

Si alguna vez has plantado un jardín, sabrás que un jardín bueno y saludable se transforma y crece. Se depositan diminutas semillas en la tierra blanda y se cubren y calientan. Entonces comienza un milagro, un milagro que solo el único y verdadero Dios creador puede hacer. Las semillas se abren y comienza una nueva vida, saliendo del suelo hacia la luz del sol, floreciendo y produciendo cosas buenas: flores, fresas, patatas, zanahorias, frijoles...

Si la semilla se quedara en el suelo sin más, ¡qué triste! Nadie vería jamás lo que era capaz de producir, en qué hermosa flor o árbol o sabrosa fruta o verdura se convertiría.

Igual que las semillas, para ser buenas y sanas y producir lo que estamos destinados a producir, todas tenemos que crecer y florecer, sobre todo en la fe y la amistad con nuestro Dios Creador y Salvador Jesucristo

La Biblia está llena de ejemplos de personas reales que crecieron y florecieron en su fe, y aunque vivieron hace mucho tiempo, sus historias pueden inspirarnos ahora mismo a ser como ellos, sea cual sea nuestra edad. ¡Lee las historias y compruébalo tú mismo!



¡ÉL VIVE!

La historia de la resurrección de Jesús (2.ª parte)

Las mujeres se fueron enseguida de la tumba vacía de Jesús para hacer lo que les había dicho el ángel. Tenían miedo, pero estaban gozosas y emocionadas al compartir la increíble noticia de que Jesús estaba vivo. Creyeron al ángel y además habían visto que el cuerpo muerto de Jesús no estaba en el sepulcro. De repente, Jesús se encontró con ellas en el camino para que pudieran verlo cara a cara. «Hola», las saludó, «¡y no te imaginas lo contentas que se pusieron! Se inclinaron a tocar sus pies y adorarle. Jesús dijo: «Vayan y digan a mis seguidores que vayan a Galilea. Allí me verán». Mientras tanto, algunos de los soldados que habían estado vigilando en la tumba informaron a los líderes religiosos que odiaban a Jesús de todo lo que habían visto. Los líderes religiosos ofrecieron a los soldados mucho dinero para que mintieran Les dijeron: «Digan a todo el mundo que los seguidores de Jesús vinieron y robaron su cuerpo». Los soldados tomaron el dinero y difundieron las mentiras, y por eso mucha gente aún hoy no creen que Jesús resucitó de entre los muertos.

Pero no importaba quién creyera las mentiras, la verdad seguía siendo que Jesús estaba vivo. Durante los siguientes cuarenta días, Jesús se apareció a más personas y habló con ellas, demostrando que había resucitado de entre los muertos. Les dijo a sus seguidores que fueran y compartieran la buena noticia de que él iba a salvar a la gente de su pecado y a dar la vida eterna a todos los que confiaran en él.

Una noche, los seguidores de Jesús estaban reunidos con todas las puertas cerradas, y Jesús llegó milagrosamente y se puso en medio de ellos. Les enseño las cicatrices de los clavos en sus manos y su costado atravesado por una lanza. Sus seguidores estaban muy contentos. Uno de ellos, Tomás, no estaba allí esa noche, y más tarde dijo que nunca creería hasta que viera las cicatrices en las manos y el costado de Jesús. No mucho después, Jesús se acercó a Tomás y le dijo: «Pon tu dedo en mis manos. Pon tu mano en mi costado. No dudes más y cree». Entonces Tomás creyó, y Jesús le dijo: <<Tomás, porque me has visto, crees. Felices los que nunca me han visto y aun así creen>>.

La Biblia dice que Jesús hizo muchas otras obras poderosas delante de sus seguidores. No aparecen en la Biblia. Pero las que sí aparecen están ahí para que creas que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Cuando pones tu confianza en él, tienes una vida que dura para siempre, por medio de su nombre.

Esta es la historia más grande de todos los tiempos, la historia más verdadera de todos los tiempos, ¡la historia más importante de todos los tiempos!

(Adaptado de Mateo 28, Marcos 16, Lucas 24, Juan 20)



UNA TUMBA VACIA

La historia de la resurrección de Jesús (1.ª parte)

Tras la muerte de Jesús, todos sus seguidores estaban muy tristes. Uno de ellos, un hombre rico llamado José de Arimatea, preguntó a Pilato si podía sepultar el cuerpo de Jesús. Pilato dijo que sí. José era un buen hombre que amaba y seguía a Jesús. Envolvió con cuidado el cuerpo de Jesús en una tela de lino y lo colocó en una tumba nueva y vacía en un jardín cerca de donde Jesús había muerto. Luego hizo rodar una gran piedra sobre la puerta de la tumba. Algunos de los amigos de Jesús vieron todo esto y quisieron regresar más tarde para honrar y cuidar el cuerpo de Jesús poniéndole especias y perfumes.

Mientras tanto, los líderes religiosos que odiaban a Jesús estaban preocupados. Recordaban que Jesús había prometido resucitar al tercer día. Así que le dijeron a Pilato: «Ponga soldados en la tumba de Jesús para que la vigilen, y sellen bien la piedra. Así nadie podrá robar el cuerpo de Jesús y mentir diciendo que ha resucitado de entre los muertos».

Muy temprano, el primer día de la semana, algunas mujeres que amaban y seguían a Jesús emprendieron el camino hacia el sepulcro. Habían preparado sus especias y perfumes. Por el camino se preguntaban: «¿Quién hará rodar la piedra tan grande para que podamos cuidar el cuerpo de Jesús?». Sabían que ellas no eran lo suficientemente fuertes. Pero cuando llegaron al sepulcro, quedaron asombradas. La tierra tembló fuertemente como un terremoto, ¡y un ángel bajó del cielo! Con su brazo poderoso, el ángel apartó la piedra de la tumba de Jesús y se sentó sobre ella. Brillaba como un relámpago Y era blanco como la nieve. Cuando los guardias sintieron el terremoto y vieron al ángel, se aterrorizaron y temblaron, tanto que cayeron al suelo como muertos.

Las mujeres también estaban asustadas, pero el ángel les habló con suavidad. «No teman —les dijo—. Sé que buscan a Jesús, pero no está aquí. Ha resucitado de entre los muertos, tal como lo prometió. Miren en la tumba y verán que no está. Luego vayan a contarles a sus seguidores que no está muerto: ¡Está vivo!».

¡Cuán sorprendidas y emocionadas estaban las mujeres! Jesús hablaba en serio cuando dijo que resucitaría de entre los muertos. Su promesa fue verdadera. Las promesas de Dios siempre son verdaderas.

(Adaptado de Mateo 27-28; Marcos 15-16; Lucas 23-24; Juan 19-20)

La HISTORIA MÁS GRANDE DE TODOS LOS TIEMPOS

La historia de la cruz

La historia más grande de todos los tiempos es también la más triste, pero solo al principio, porque Jesús sufrió por cosas que ni siquiera hizo.

Después de que Jesús compartiera la Última Cena con sus discípulos y predijera su muerte y las cosas que pasarían al respecto, todas esas cosas comenzaron a cumplirse. Un amigo llamado Judas traicionó a Jesús. Ayudó a los soldados a encontrar y apresar a Jesús a cambio de treinta monedas de plata. Entonces aquellos soldados llevaron a Jesús ante los líderes judíos que lo acusaban de distintos crímenes. Desde allí llevaron a Jesús al palacio de Pilato, el gobernador romano. Pilato no creía en Jesús, pero no pensaba que fuera un criminal, y tampoco quería matarlo. Entregó a Jesús para que el pueblo judío lo golpeara. Le escupieron y le pusieron una dolorosa corona de espinas en la cabeza. Se burlaron de él y le golpearon en la cara.

Pilato intentó de nuevo liberar a Jesús, pero el pueblo judío siguió gritando y persuadiendo hasta que Pilato se dio por vencido y cedió. Entonces los soldados condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, donde le clavaron las manos y los pies en una cruz y lo levantaron para que sufriera y muriera delante de todo el pueblo que lo estaba mirando.

Otros dos hombres estaban siendo crucificados junto a Jesús. Uno de ellos le dijo cosas malas a Jesús, pero el otro tuvo fe y le dijo: «Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino».

Y Jesús respondió: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso». Al mediodía, ¡la oscuridad cayó sobre la tierra, en pleno día! A las tres, Jesús gritó a Dios: ¿Por qué me has abandonado? Unas horas más tarde, Jesús dio otro fuerte grito, exhaló su último aliento y murió.

Jesús fue el único ser humano que vivió una vida perfecta. Él no había hecho nada malo, en absoluto. Solo vivió, amó, enseñó y se preocupó por las personas. Sin embargo, lo maltrataron y asesinaron por cosas que no hizo. Con el poder de Dios, Jesús podría haber detenido todo esto. Pero soportó a propósito el peor tipo de dolor y muerte para así poder salvar a otros de sus malas acciones. Así es como Jesús ama a las personas. Esta es la historia más grande de todos los tiempos, pero la historia no termina aquí... ¡La historia se reanuda con una tumba vacía!

(Adaptado de Mateo 27; Marcos 15; Lucas 23; Juan 19)

UNA MARAVILLOSA INVITACIÓN

La historia de la Última Cena

Cuando Jesús creció y se hizo hombre, comenzó su ministerio. Escogió a buenos amigos, a los que llamó a sus discípulos. Viajaba con ellos, enseñaba y sanaba a la gente. Decía que era el Hijo de Dios y lo demostraba. Cuando su ministerio llegó a su fin, quiso tener una última comida con sus discípulos, era una comida especial que se celebraba en la época de una fiesta judía llamada Pascua.

Cuando sus amigos le preguntaron: «¿Dónde quieres celebrar la cena de Pascua?».

Jesús envió a dos de ellos a la ciudad de Jerusalén con instrucciones concretas. Debían reunirse con un hombre que llevaba un cántaro de agua y que los llevaría a una casa con una gran sala perfecta para su comida.

Los discípulos hicieron lo que Jesús les ordenó, y por la noche se sentaron a comer la cena de Pascua. Durante esta comida, Jesús sorprendió a sus discípulos cuando se levantó de comer, se quitó el manto, se envolvió la cintura con una toalla y se arrodilló para empezar a lavar los pies sucios de cada uno de ellos. En la mente de los discípulos, eso era algo que solo debía hacer un sirviente, ¡nunca Jesús, su Maestro y Señor! Pero Jesús dijo: «Sí, soy su Maestro y Señor, y les enseño con el ejemplo. Yo les he servido, y así deben servirse unos a los otros. Serán bendecidos si sirven como yo hago».

Y mientras estaban juntos en su Última Cena, Jesús enseñó a sus discípulos más sobre lo que iba a sucederle, aunque ellos no lo entendieron del todo. Tomó un pan, dio gracias a Dios por él, lo partió en pedazos y lo repartió entre los discípulos. Luego dijo: 

<Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto para recordarme». También tomó una copa de vino y dio gracias a Dios por ella. Entonces se la dio y bebieron todos de ella. Jesús dijo: «Esta es mi sangre que confirma la promesa entre Dios y su pueblo. Se derrama para que los pecados de muchos puedan ser perdonados».

En la Última Cena, Jesús hizo una invitación a sus amigos presentes y a todos los amigos futuros que creyeron en él. Era una invitación a ser un siervo humilde como él y ser bendecido; y también era una invitación a creer, recordar y recibir que su cuerpo y su sangre tenían que ser partidos y derramados para salvar a la gente de sus pecados.

La invitación de Jesús es la más maravillosa de todos los tiempos.

(Adaptado de Mateo 26:17-30; Marcos 14:12-26; Lucas 22:7-30; Juan 13:1-30)

PASCUA

Piensa en tus historias y películas favoritas. ¿No sucede que los buenos se encuentran sorpresas? ¿Un giro inesperado y un final que nunca imaginaste? La historia más grande de Dios también es así. La Palabra de Dios cuenta la historia de cómo él creó, amó, guió y salvó a su pueblo, con muchos giros y sorpresas. Y lo mejor de todo es que ¡todo es verdad! Aún mejor: sigue haciéndose realidad. La Biblia está completa, pero la historia de Dios y la tuya aún no han terminado. Dios está obrando a través de su Palabra y su pueblo, guiando y salvando y dando vida eterna a todos los que creen en su Hijo, Jesucristo.

La historia de la Pascua es parte de la historia de Dios en la que, de forma inesperada, Dios salvó y ofreció la vida eterna a su pueblo a través de Jesús. ¡Lee las historias y compruébalo tú mismo!



miércoles, 16 de julio de 2025

EL AMOR CAMBIA EL CORAZÓN

La historia de Zaqueo

Zaqueo era un hombre que vivía en tiempos de Jesús. Recaudaba impuestos en la ciudad de Jericó: era el jefe de los recaudadores, y era muy rico. Los hombres como él tenían fama de ser muy injustos. Hacían trampas y se quedaban con mucho dinero de los demás. Así que la mayoría de los habitantes de Jericó odiaba y evitaba a Zaqueo.

Pero Zaqueo quería acercarse a Jesús. Quería ver a Jesús cuando atravesara Jericó. Aunque Zaqueo no era muy alto y le costaba encontrar una buena perspectiva entre la multitud, estaba decidido. Se adelantó corriendo hacia donde Jesús tenía que pasar, y se subió a un gran árbol, ¡un sicomoro! En lo alto de las ramas, esperabo atento al que llamaban Hijo de Dios

¡Pronto pasó Jesús! Y cuando llegó a aquel sicomoro, se detuvo. Levantó la mirada. Vio a Zaqueo. Entonces lo llamó por su nombre y le dijo: «Baja enseguida. Hoy tengo que ir a tu casa».

¡Zaqueo estaba totalmente asombrado iy muy emocionado! Bajó rápido y contento y recibió a Jesús en su casa.

Mientras tanto, la mayoría de la gente de Jericó estaba escandalizada y se quejaba. ¿Cómo era posible? ¿Por qué iba a ir Jesús a la casa de un hombre malo como Zaqueo?

Pero al pasar el tiempo con Jesús, Zaqueo se arrepintió de sus pecados. Quería enmendar todos sus errores. Quería ayudar a los pobres. Quería devolver todo el dinero que había defraudado, ¡y cuatro veces más!

Y Jesús le dijo a Zaqueo: «Hoy te ha llegado la salvación». Explicó cómo había venido a buscar y salvar a los que estaban atrapados en el pecado, a los que estaban perdidos, a los que eran como Zaqueo.

Amar a alguien que es amable y bueno no suele ser difícil. Pero amar a alguien que es egoísta e injusto es muy difícil. Pero Jesús amó a Zaqueo y lo salvó de su pecado. Jesús cambió su vida y su corazón. Jesús fue el ejemplo de amor real y perfecto.

(Adaptado de Lucas 19:1-9)

UNA COSA ES NECESARIA

La historia de María y Marta En uno de los muchos viajes de Jesús, se detuvo en una pequeña aldea llamada Betania, en una ladera del monte d...