miércoles, 16 de julio de 2025

DONDE TÚ VAYAS, IRÉ

La historia de Rut

En una tierra llamada Moab, vivía una joven llamada Rut. Se casó con un hombre que se había mudado de Belén para establecerse en Moab. Había viajado con sus padres y su hermano. Los cuatro se habían marchado de Belén porque allí había una gran hambruna, iapenas había qué comer!

Unos diez años después de que Rut se casara con su marido, este murió. El cuñado de Rut también murió. Y su suegro también había muerto. Así que, de toda la familia, solo quedaron Rut, su suegra Noemí y su cuñada Orfa. Estaban en una situación terriblemente triste. Seguro que extrañaban a sus esposos, y en aquellos tiempos ser una mujer sin un hombre que la cuidara era realmente complicado. Para una mujer sola era difícil encontrar un buen trabajo, comida suficiente y un lugar seguro donde vivir.

Noemí les dijo a Rut y a Orfa que la dejarían y volverían a sus antiguos hogares, ya que aún eran jóvenes. Aún podían volver a casarse. Al principio no habían pensado en ello. Querían quedarse con Noemí e ir con ella a su pueblo.

Pero Noemí les dijo: «¿Por qué vienen conmigo? Soy demasiado vieja para tener otro marido».

Orfa decidió finalmente marcharse y se despidió de su suegra con un beso.

Pero Rut no quiso. Se aferró a Noemí, diciéndole: «¡Por favor, no me obligues a dejarte! A donde tú vayas, yo iré. Quiero quedarme donde tú estés. Quiero que tu pueblo sea mi pueblo. Quiero que tu Dios sea mi Dios. No quiero dejarte jamás».

Cuando Noemí vio el amor tan grande y leal que Rut sentía por ella, dejó de presionarla para que se fuera. La anciana y la joven viajaron juntas de vuelta a Belén. Habían oído que Dios había ayudado a su pueblo acabando allí con la hambruna.

En Belén, Dios bendijo a Rut mientras trabajaba en los campos para recoger el grano sobrante. Dios la condujo a los campos de un hombre amable y bueno llamado Booz. Cuando Booz se enteró de la lealtad y el amor de Rut por su suegra, quedó impresionado y la admiró. Protegió y proveyó a Rut y a Noemí y llegó a amar a Rut.

Rut amaba a Noemí con un amor verdadero, que nunca abandona, y ese gran amor inspiró bendiciones y más amor leal.

(Adaptado del libro de Rut)

UNA AMISTAD PROFUNDA Y DURADERA

La historia de David y Jonatán

Cuando David fue tan valiente que mató al gigante Goliat, Saúl, que era rey de Israel, quedó muy impresionado. Entonces el rey Saúl llamó a David para que saliera a hablar con él, y David pronto conoció al hijo del rey, Jonatán. En poco tiempo, se estableció un vínculo muy especial entre los dos jóvenes. Jonatán amaba a David y le hizo la promesa de ser un amigo leal para siempre.

Como David era un joven tan valiente, el rey Saúl quiso trabajar para él y dirigía sus ejércitos. Y como Dios estaba con él, David tuvo éxito en todo lo que hizo. Pero un día el rey Saúl se puso celoso porque le parecía que el pueblo de Israel respetaba a David más que a él. El rey se puso tan celoso que ya no se fiaba de David, ¡y de hecho quería matarlo! Les dijo a todos sus sirvientes e incluso a su hijo Jonatán que mataran a David

Jonatán no pudo matar a su mejor amigo. En cambio, advirtió a David sobre las órdenes del rey. Jonatán ayudó a protegerlo. Luego defendió a David recordándole a su padre: «David nunca te ha hecho ningún mal. ¡Solo te ha ayudado! ¿No te acuerdas de cómo mató a Goliat? Ese día Dios dio una gran victoria para Israel a través de David. Lo viste y te alegraste. Entonces, ¿por qué ahora quieres matar a David, un hombre inocente, sin ninguna razón?». Jonatán convenció al rey Saúl para que volviera a confiar en David.

Pero el rey Saúl no tardó en volver a sentir celos y tener malos pensamientos hacia David. Atacó a David. Y Jonatán volvió a ayudar a proteger a su buen amigo de los malvados planes de su padre. Jonatán animó y amó a David. Jonatán le dijo a su amigo: «Lo que quieras que haga, yo lo haré por ti». Y se mantuvo fiel a esa promesa. Arriesgó su vida para proteger y ayudar a David en todo lo que pudo, a pesar de la ira del rey Saúl. Jonatán sabía que los planes de su padre eran malos y se mantendría fiel a David, pasara lo que pasara.

Jonatán podría haber sentido celos de David. Podría haber querido convertirse en el siguiente rey después de Saúl en lugar de David. Pero Jonatán amaba a Dios y amaba a su amigo David, con el verdadero tipo de amor que se preocupa por los demás más que por uno mismo, el verdadero tipo de amor que es leal y verdadero.

(Adaptado de 1 Samuel 18-20)

AMAR A LOS DEMÁS COMO ES DEBIDO

Esta es la historia del buen samaritano

Un día, allá en los tiempos bíblicos, un experto en religión le preguntó a Jesús qué debía hacer para que su vida durara para siempre. Jesús le ayudó a recordar que la Biblia dice que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón, toda tu alma, todas tus fuerzas y toda tu mente, y que ames a tu prójimo como a ti mismo. Y Jesús dijo: «Haz esto y tendrás vida».

El experto religioso respondió preguntando: «Bueno, ¿y quién es mi prójimo?».

Así que Jesús contó una historia para ayudarle a entenderlo. La historia de Jesús trataba de un hombre judío que viajaba de un lugar llamado Jerusalén a otro llamado Jericó. Pero, en el camino, el judío fue atacado por ladrones. Los malvados ladrones le robaron todo, incluso la ropa. Luego le golpearon y le dejaron moribundo a un lado de la carretera.

Pronto pasó por el mismo camino un líder religioso, un sacerdote. Seguramente el sacerdote ayudaría al pobre judío que había dejado moribundo junto al camino. ¡Pero no lo hizo! Vio al pobre hombre, pero pasó de largo por el otro lado de la carretera.

A continuación, pasó un hombre de la familia de Levi. Seguramente ayudaría al pobre judío que había dejado moribundo junto al camino. ¡Pero el levita tampoco ayudó! Vio al pobre hombre, pero pasó de largo por el otro lado de la carretera.

Por último, un samaritano —que normalmente no habría tenido nada que ver con un judío porque entre judíos y samaritanos se llevaban muy mal— vio al pobre judío tendido junto al camino. El samaritano sintió pena por el judío. Con compasión, el samaritano se acercó al hombre, le curó las heridas y lo vendo. Luego ayudó al herido subió a un burro, lo llevó a una posada y pagó para que tuviera un lugar seguro donde descansar y recuperarse.

Cuando Jesús terminó de compartir esta historia, preguntó al experto religioso:

¿Cuál de los tres hombres era el prójimo del que fue atacado por los ladrones?

Y el líder religioso dijo: «El que ayudó».

Y Jesús dijo: «Así es. Ahora ve y haz tú lo mismo».

Si tiene un amor total a Dios en corazón, alma, fuerza y mente, alguien que ayuda a los demás -sean quienes sean- es una persona que sabe y muestra lo que es el verdadero amor.

(Adaptado de Lucas 10:25-37)

AMOR BÍBLICAMENTE

Rojo y rosa, corazones y caramelos. ¿Es eso el amor? O abrazos y besos, y acurrucarse con cariño. ¿Es eso el amor? O las citas, el romanticismo y las grandes bodas de lujo. ¿Es eso el amor? La respuesta es: si Dios está en ellos, ¡si! Lo que sabemos sobre el verdadero amor viene de Dios. El es amor, nos dice la Biblia (1 Juan 4.16). «En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros» (1 Juan 3.16 RVR1960); y «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5.8 RVR1960).

Así que si conocemos verdaderamente a Dios y le obedecemos según su Palabra, cualquier acto de amor cuya fuente es Dios, es amor verdadero. Si coloreas una tarjeta de San Valentín para animar a un amigo y lo haces con el amor de Dios en tu corazón, eso es amor verdadero. Si sorprendes a tu madre con el más fuerte de los abrazos sin motivo alguno y lo haces con el amor de Dios en tu corazón, eso es amor de verdad. Si ayudas con paciencia a tu hermano pequeño con los cordones de los zapatos y lo haces con el amor de Dios en tu corazón, eso es amor verdadero. Si un hombre y una mujer salen juntos y luego se casan con el amor de Dios en sus corazones, eso es amor verdadero.

A lo largo de toda su Palabra, Dios nos enseña y nos muestra ejemplos de su amor ver-dadero. ¡Lee las historias  y compruébalo tú mismo!

EL CAMINO A DAMASCO

La historia de Pablo

Muchísimos años después de Noé y Job, hubo un hombre llamado Saulo que era muy diferente de Noé y Job. No era un buen hombre. Fingía amar a Dios, pero odiaba a los que creían en Jesucristo, el Hijo de Dios. Odiaba tanto a estos seguidores de Cristo que los persiguió para capturarlos, encadenarlos, golpearlos y matarlos. Saulo era un hombre horrible y violento.

Un día iba de viaje a una ciudad llamada Dámaso y Dios le dio a Saulo un nuevo comienzo. Dios hizo que una luz brillante rodeara a Saulo para detenerlo en el camino. 

Saulo cayó al suelo cuando una voz le gritó: «Saulo, ¿por qué eres tan cruel conmigo?»

«¿Quién eres?», preguntó Saulo.

«Yo soy Jesús, al que estás lastimando —dijo la voz—. Ahora levántate y entra en la ciudad: allí alguien te dirá qué debes hacer».

Pero cuando Saulo se levantó, ¡no podía verlo! Los hombres que viajaban con él tuvieron que guiarlo a la ciudad. Durante tres días, Saulo estuvo ciego y no quiso comer ni beber. Mientras tanto, Dios le habló a un hombre llamado Ananías y le dijo que le ayudaría a traer un nuevo comienzo a Saulo. Ananías estaba un poco nervioso por ir a ver a alguien tan temido como Saulo. Había oído cómo Saulo capturaba y mataba a la gente. ¡Seguro que Dios no quería que Ananías ayudara a un tipo tan peligroso! Pero Dios tranquilizó a Ananías diciéndole que tenía una obra importante para Saulo y que todo iría bien. Así que Ananías obedeció. Encontró a Saulo exactamente donde Dios dijo que estaría.

Ananías puso sus manos sobre Saulo y le dijo: «Jesús me envió a ti. Te detuvo en el camino con la gran luz. Me envió para que pudieras volver a ver y para llenarte del Espíritu Santo de Dios». En ese momento, Saulo se le cayeron como unas escamas de los ojos, y ya no estaba ciego. Se levantó y fue bautizado, y luego pasó un tiempo con los seguidores de Jesús. Pronto estaba predicando: «¡Jesús es el Hijo de Dios!». 

Todos los que oían a Saulo se asombraban del cambio que se había producido en él. Apenas podían creer la diferencia. Dios llenó a Saulo con su poder para que Saulo pudiera predicar que Jesús es el Hijo de Dios. Saulo también era conocido por el nombre de Pablo, y a partir de entonces ya no apresaba y mataba a cristianos; en cambio, ¡ayudaba a la gente a convertirse en cristianos! Pablo continuó haciendo muchas cosas grandes para Dios, todo gracias a su nuevo comienzo.

(Adaptado de Hechos 9.1-31)

DE LA TRAGEDIA A LA BENDICIÓN

La historia de Job

Muchos años después de Noé, vivía un hombre llamado Job, en una tierra llamada Uz. Al igual que Noé, Job era un hombre muy bueno que amaba y seguía a Dios. Tenía esposa y una familia muy numerosa, con siete hijos y tres hijas. Job los amaba mucho a todos y cuidaba bien de ellos. Tenía mucha fe; no quería tener nada que ver con la maldad. Y además era muy rico. Poseía siete mil ovejas, tres mil camellos, quince yuntas de bueyes y quinientos asnos. Job también tenía muchos sirvientes que trabajaban para él. Con razón lo llamaban el hombre más grande entre los pueblos de Oriente

Pero a veces a la gente buena le pasan cosas muy malas. Y a Job le ocurrieron cosas terribles. Job perdió a todos sus hijos el mismo día y también a todos sus animales y riquezas. Oh, qué triste estaba Job. Sin embargo, aun con el corazón destrozado, Job seguía amando, adorando y siguiendo a Dios. Dijo: «El señor me dijo lo que tenía, y el señor me lo quitó. ¡Alabado sea el nombre del señor!» (Job 1.21 NTV).

Seguramente Job no podía soportar una desgracia más. Pero contrajo una terrible enfermedad: unas desagradables llagas en la piel de la cabeza a los pies. Sin embargo, incluso en el dolor y el sufrimiento, Job seguía amando, alabando y Siguiendo a Dios... al principio. Pronto Job no pudo más con tanto sufrimiento. Estaba cansado, dolido y enfadado, clamó a Dios con dolor y confusión. Job culpó a Dios de todo lo malo. Job necesitaba un nuevo comienzo.

Así que, desde un viento fuerte y tempestuoso, Dios le habló muy en serio a Job para recordarle su gran poder y su maravillosa bondad. Dios le habló con severidad a Job para ayudarle a ver que tenía que arrepentirse por la forma en que había culpado a Dios. Y entonces Job vio, y se arrepintió y se entristeció por su pecado. Oró pidiendo perdón, y Dios lo escuchó y lo perdonó. Entonces Dios le devolvió a Job todo lo que había perdido... ¡y mucho, mucho más!

En la alegría y en el dolor, en la abundancia y en la pérdida, en la tragedia y en la bendición, Dios amó a Job y nunca lo abandonó. La historia de Job nos recuerda que, en todas las cosas —buenas o malas—, Dios obra y abre camino a nuevos comienzos

(Adaptado del libro de Job)

EL GRAN DILUVIO

La historia de Noé

Dios tenía un plan maravilloso para su flamante y hermosa creación. Les dijo a las primeras personas, Adán y Eva, que tuvieran una gran familia para empezar a llenar el mundo con mucha más gente. Pero Adán y Eva también empezaron a llenar el mundo con algo más. Algo muy malo. Algo llamado pecado.

El pecado es decidir desobedecer las reglas de Dios. Sus reglas son buenas y sirven para ayudar a las personas y permitirles estar cerca de Dios. Después de que Adán y Eva hicieran la primera mala elección del mundo, de repente el pecado lo afectó a todos en todas partes. Y no se detuvo ahí. Cuanta más gente había en el mundo, más pecado se extendía entre ellos. Pasaron años y años. Vivieron muchas personas. Aumentó el pecado más y más.

Un día Dios dijo: «Ya basta». Estaba enojado, preocupado y triste porque la gente elegía ser mala en lugar de elegir seguirle a él. Así que planeó un nuevo comienzo y lo compartió con un hombre bueno que aún le seguía: Noé

Dios le dijo a Noé que iba a enviar un enorme diluvio para limpiar la maldad del mundo. Así que Noé, su esposa y sus hijos podrían empezar de nuevo. Le mandó que construyera un gran barco, llamado arca, que salvaría a Noé y a su familia del diluvio que se avecinaba. Entonces Noé obedeció a Dios trayendo una pareja de todo tipo de animales al arca. Dos ovejas... dos vacas... dos conejos... dos búhos. Por parejas, las criaturas llenaron aquella gran arca como un zoológico. Finalmente, Dios cerró las puertas del arca e hizo que lloviera muchísimo y aumentara el nivel de las aguas.

Por cuarenta días y cuarenta noches cayó la lluvia y subieron las aguas. Con el tiempo, el agua cubrió hasta las cumbres más altas. El diluvio ahogó y destruyó todo lo que había sobre la tierra. Todo. Pero el arca que Dios diseñó flotaba a salvo. Dios protegió a Noé, a su familia y a los numerosos animales.

Al final, Dios retiró todas las aguas del diluvio y puso el arca en tierra seca. Llamó a Noé, a su familia y a los animales fuera del arca y les dijo: «¡Vivan y amén y llenen la tierra de nuevo!». También hizo una nueva promesa. Dios dijo que nunca volvería a destruir toda la vida de la tierra con agua. Luego pintó colores en el cielo —¡junior arcoíris!— como símbolo de esa promesa. Desde entonces, los arcoíris han demostrado que Dios cumple sus promesas y es el dador de nuevos comienzos. Y cada nuevo arcoíris siempre nos lo recordará.

(Adaptado de Génesis 6-9)

UNA COSA ES NECESARIA

La historia de María y Marta En uno de los muchos viajes de Jesús, se detuvo en una pequeña aldea llamada Betania, en una ladera del monte d...