La historia de Pablo
Muchísimos años después de Noé y Job, hubo un hombre llamado Saulo que era muy diferente de Noé y Job. No era un buen hombre. Fingía amar a Dios, pero odiaba a los que creían en Jesucristo, el Hijo de Dios. Odiaba tanto a estos seguidores de Cristo que los persiguió para capturarlos, encadenarlos, golpearlos y matarlos. Saulo era un hombre horrible y violento.
Un día iba de viaje a una ciudad llamada Dámaso y Dios le dio a Saulo un nuevo comienzo. Dios hizo que una luz brillante rodeara a Saulo para detenerlo en el camino.
Saulo cayó al suelo cuando una voz le gritó: «Saulo, ¿por qué eres tan cruel conmigo?»
«¿Quién eres?», preguntó Saulo.
«Yo soy Jesús, al que estás lastimando —dijo la voz—. Ahora levántate y entra en la ciudad: allí alguien te dirá qué debes hacer».
Pero cuando Saulo se levantó, ¡no podía verlo! Los hombres que viajaban con él tuvieron que guiarlo a la ciudad. Durante tres días, Saulo estuvo ciego y no quiso comer ni beber. Mientras tanto, Dios le habló a un hombre llamado Ananías y le dijo que le ayudaría a traer un nuevo comienzo a Saulo. Ananías estaba un poco nervioso por ir a ver a alguien tan temido como Saulo. Había oído cómo Saulo capturaba y mataba a la gente. ¡Seguro que Dios no quería que Ananías ayudara a un tipo tan peligroso! Pero Dios tranquilizó a Ananías diciéndole que tenía una obra importante para Saulo y que todo iría bien. Así que Ananías obedeció. Encontró a Saulo exactamente donde Dios dijo que estaría.
Ananías puso sus manos sobre Saulo y le dijo: «Jesús me envió a ti. Te detuvo en el camino con la gran luz. Me envió para que pudieras volver a ver y para llenarte del Espíritu Santo de Dios». En ese momento, Saulo se le cayeron como unas escamas de los ojos, y ya no estaba ciego. Se levantó y fue bautizado, y luego pasó un tiempo con los seguidores de Jesús. Pronto estaba predicando: «¡Jesús es el Hijo de Dios!».
Todos los que oían a Saulo se asombraban del cambio que se había producido en él. Apenas podían creer la diferencia. Dios llenó a Saulo con su poder para que Saulo pudiera predicar que Jesús es el Hijo de Dios. Saulo también era conocido por el nombre de Pablo, y a partir de entonces ya no apresaba y mataba a cristianos; en cambio, ¡ayudaba a la gente a convertirse en cristianos! Pablo continuó haciendo muchas cosas grandes para Dios, todo gracias a su nuevo comienzo.
(Adaptado de Hechos 9.1-31)
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