miércoles, 16 de julio de 2025

EL GRAN DILUVIO

La historia de Noé

Dios tenía un plan maravilloso para su flamante y hermosa creación. Les dijo a las primeras personas, Adán y Eva, que tuvieran una gran familia para empezar a llenar el mundo con mucha más gente. Pero Adán y Eva también empezaron a llenar el mundo con algo más. Algo muy malo. Algo llamado pecado.

El pecado es decidir desobedecer las reglas de Dios. Sus reglas son buenas y sirven para ayudar a las personas y permitirles estar cerca de Dios. Después de que Adán y Eva hicieran la primera mala elección del mundo, de repente el pecado lo afectó a todos en todas partes. Y no se detuvo ahí. Cuanta más gente había en el mundo, más pecado se extendía entre ellos. Pasaron años y años. Vivieron muchas personas. Aumentó el pecado más y más.

Un día Dios dijo: «Ya basta». Estaba enojado, preocupado y triste porque la gente elegía ser mala en lugar de elegir seguirle a él. Así que planeó un nuevo comienzo y lo compartió con un hombre bueno que aún le seguía: Noé

Dios le dijo a Noé que iba a enviar un enorme diluvio para limpiar la maldad del mundo. Así que Noé, su esposa y sus hijos podrían empezar de nuevo. Le mandó que construyera un gran barco, llamado arca, que salvaría a Noé y a su familia del diluvio que se avecinaba. Entonces Noé obedeció a Dios trayendo una pareja de todo tipo de animales al arca. Dos ovejas... dos vacas... dos conejos... dos búhos. Por parejas, las criaturas llenaron aquella gran arca como un zoológico. Finalmente, Dios cerró las puertas del arca e hizo que lloviera muchísimo y aumentara el nivel de las aguas.

Por cuarenta días y cuarenta noches cayó la lluvia y subieron las aguas. Con el tiempo, el agua cubrió hasta las cumbres más altas. El diluvio ahogó y destruyó todo lo que había sobre la tierra. Todo. Pero el arca que Dios diseñó flotaba a salvo. Dios protegió a Noé, a su familia y a los numerosos animales.

Al final, Dios retiró todas las aguas del diluvio y puso el arca en tierra seca. Llamó a Noé, a su familia y a los animales fuera del arca y les dijo: «¡Vivan y amén y llenen la tierra de nuevo!». También hizo una nueva promesa. Dios dijo que nunca volvería a destruir toda la vida de la tierra con agua. Luego pintó colores en el cielo —¡junior arcoíris!— como símbolo de esa promesa. Desde entonces, los arcoíris han demostrado que Dios cumple sus promesas y es el dador de nuevos comienzos. Y cada nuevo arcoíris siempre nos lo recordará.

(Adaptado de Génesis 6-9)

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