Hay cosas que no tienen precio, porque su valor va más allá de cualquier número. La atención genuina, el tiempo compartido, la lealtad silenciosa… todo eso que alguien te entrega sin esperar nada a cambio, sin condiciones, sin cálculos.
El interés verdadero no se mide en regalos costosos ni en promesas exageradas. Se mide en los pequeños gestos, en la presencia constante, en la manera en que alguien te escucha, te entiende y te acompaña incluso en los momentos en los que no eres fácil de querer.
Lo más valioso que alguien puede darte es aquello que no puede comprarse: su respeto, su amor sincero, su compromiso. Y cuando encuentres a alguien que te ofrezca todo esto sin necesidad de pedirlo, cuídalo, porque en un mundo donde todo parece efímero, lo auténtico es un tesoro.
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