Aceptar a las personas como son no significa permitir que sus actitudes te afecten sin límite. Significa reconocer que cada quien tiene su esencia, su historia y su manera de ser, pero también que tú tienes el derecho de decidir hasta dónde permites que influyan en tu vida.
Los límites no son barreras para alejar a los demás, sino espacios de respeto para proteger tu bienestar. Aceptar a alguien no implica tolerar actitudes que te lastiman, ni justificar acciones que te desgastan. Puedes comprender sin justificar, puedes respetar sin permitir que afecten tu paz.
Aceptar a los demás es un acto de empatía, pero poner límites es un acto de amor propio. Ambas cosas pueden coexistir, porque el equilibrio entre respeto y protección es lo que te permite construir relaciones sanas y genuinas.
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