El bienestar no es egoísmo; es amor propio. Aprender a poner límites no significa que hayas dejado de dar, sino que has entendido a quién realmente vale la pena entregarle tu energía. No puedes llenar una copa rota, ni esperar gratitud de quienes solo toman sin dar nada a cambio.
Cuidarte a ti mismo es un acto de sabiduría. No se trata de endurecer el corazón, sino de proteger lo que eres, de dar solo a quienes también saben ofrecer respeto, cariño y reciprocidad. A veces, la mejor decisión es dejar de intentar salvar a quienes no quieren ser salvados, para dedicar tu tiempo y tu amor a quienes sí lo aprecian.
Tu bienestar merece prioridad. Que nadie te haga sentir culpable por elegirte.
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