La vida es un flujo constante de eventos, algunos esperados y otros impredecibles. A veces, nos aferramos a entender el porqué de lo que sucede, buscando razones que expliquen cada giro inesperado. Pero, en realidad, muchas cosas simplemente _pasan_. Y aceptarlas no significa resignación, sino confianza en que cada experiencia, por más difícil o inexplicable que parezca, trae consigo un propósito.
Aceptar es soltar la necesidad de controlar, es abrazar el presente sin reproches ni resistencias. No siempre conoceremos la razón de cada evento de inmediato, pero con el tiempo, las piezas empiezan a encajar. Lo que un día pareció un obstáculo, luego se revela como un puente hacia una nueva oportunidad. Lo que dolió en su momento, más adelante se transforma en fortaleza.
Así que cuando la vida te sorprenda con lo inesperado, en lugar de preguntarte "¿por qué?", intenta decirte "¿para qué?". Porque todo lo que pasa, de una manera u otra, nos moldea, nos enseña y nos prepara para lo que está por venir.
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