En la vida, hay personas que llegan y se van, como hojas llevadas por el viento. Pero hay otras que permanecen, que están ahí en los momentos de luz y en las sombras más profundas. Son aquellas que te han visto caer y han extendido su mano para ayudarte a levantar. Las que celebran tus triunfos como si fueran propios y te recuerdan tu fortaleza cuando crees haberla perdido.
Valorar a quienes siempre están no significa dar por sentado su presencia. Es reconocer su amor, su lealtad, su compañía incondicional. Es agradecerles por cada palabra de aliento, por cada gesto de apoyo, por cada instante compartido.
Porque en un mundo donde todo cambia y nada es seguro, el verdadero tesoro es esa gente que, sin importar las circunstancias, sigue estando ahí. Y eso, más que cualquier riqueza material, es un regalo que merece ser cuidado y celebrado.
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